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La toma de Labastida.

Aunque la visita de ayer no se centró sólo en este pueblo, no me he podido resistir a este título.

El papel protagonista lo tuvo la bodega Dinastía Vivanco, en Briones.
Espectacular, moderna, tecnológica, y con un museo sobre la historia del vino, además de una colección de unas obras de arte que sorprende.

Para nuestro convoy electrónico, no hubo ningún obstáculo. ascensores, rampas y mucha amplitud. Da gusto circular por sus salas de depósitos y toneles, disfrutando de su arquitectura.

Después si, comida en Labastida. Un menú accesible en el hotel Jatorrena, en el que una rampa lleva hasta el comedor, recepción y bar, pero con un WC inadaptado.

 

La vuelta, después de bajar del bus, me gusta hacerla en Metro y disfrutando del manejo de mi silla hasta casa, aportando mi conducción a una parte del itinerario.
Con las baterías eléctricas y orgánicas aún sobradamente cargadas, tengo reprimirme mucho para no irme en busca de más acción, provocando algún plan más. Únicamente, el  depósito fisiológico me da una razón para ser formal.

Vuelve la Salsa

Ayer volví a hacer la ruta Deusto-San ígnacio, nada más recuperar mi Quickie Salsa M.
Necesitaba quitarme el mal sabor que me quedó cuando me dejó tirado. Cogí el Bidegorri, y quinta a fondo hasta llegar al entreno de Boccia. Fue un desahogo muy placentero.

Algo más difícil va a ser perder la psicosis a que me vuelva a pasar. Ya van dos veces en este año. Fallo de joystick con su consecuente cambio, porque cuando fallan no tienen arreglo según la marca.

Esta ocasión la quise aprovechar para instalar el nuevo joystick R-NET, y sustituir al VR2.
La Salsa que Sunrise Medical me tuvo que prestar para el viaje, por una pieza que no llegaba, venía con el R-NET incorporado. Este permite circular, sin que entre el limitador, con el asiento basculado. Lo que a mi me ayuda a ir mejor sentado y elimina perdidas de tiempo en recuperar la posición de marcha para salir corriendo en un momento de necesidad, dando más control y responsabilidad al conductor, sin acatar limitaciones electrónicas.
Además, la carcasa del R-NET es más cuadrada, lo que ofrece un mayor apoyo para la mano.

Pero lamentablemente, adoptar este joystick requiere un cambio de toda la electrónica, así que he tenido que prescindir de esta mejora.


En el Salón sin Barreras del Bec. No tuvo mucho que contar pero estoy creando la tradición de aprovechar para ponerme tras un volante. Ya van dos años consecutivos.

Sin embargo, ha habido otras que si he podido copiar del «vehículo de cortesía».  Al de poco de empezar a probarla, me gustó que fuese un poco más ancha y que tuviese los apoyabrazos más altos.
Creo que fue en el aeropuerto de Loiu -en la puerta de embarque para Londres-  cuando caí en la cuenta de que la anchura no era más que un reglaje que se puede ajustar al gusto. Y así lo he hecho en la mía. Como inconveniente, ahora al subir el apoyabrazos, me queda el soporte del mando a la altura del hombro. Muy molesto para pintar, entrar en  mesas, etc.
Dicen que esto se debe a haberlo modificado, pero la verdad es que esto pasa desde que me tuvieron que cambiar el brazo entero, por sólo tener un tornillo estropeado.

Dicen que no hay bien que por bien no venga, así que estos cambios han sido el beneficio de la tensión por conseguir tener la silla a punto para Europa, que finalmente terminó forzosamente solucionado con una silla prestada.

Ahí queda todo esto, por si a alguien le sirve.

Laida es terreno abrupto.

Después de la completa agenda de «movidas» que hemos cumplido esta temporada, el cuerpo me pide más acción, y no solamente de índole ociosa. Pero, en fin, de momento es lo que hay.

                    

Así que antes de ayer, mi «super cuidadora familiar» y yo organizamos una expedición por nuestra cuenta a Laida.

Acostumbrados a hacer uso del servicio de baño adaptado de Bidaideak en la playa de plentzia, decidimos cambiar de paisajes e ir a las playas del Urdaribai.
Siempre había oído y leído que en Laida también estaban los de Bidaideak para bañarme. Sin embargo, mi madre se empeño en confirmarlo, mirando en la Web de esta organización.

                  

Ves! Le dije. Pero, el que no creí lo que vi fui yo al llegar y llevarme un gran desengaño.

– Este año se han trasladado a Mundaka – Nos contaron en Laga. Una bonita playa, a la que tenía ganas de volver para recordar cuando iba siendo un renacuajo y, con los brazos de mi padre, me sobraba para  no echar en falta pasarelas, ni accesos, ni siquiera silla.
Como me lo pasaba de camino, por las curvas de Morga.

El caso es que no volveré. Hay una zona reservada para aparcar pero nada más. Sólo se puede llegar al chiringuito.
Hasta para llegar a la escueta pasarela hay dos escalones.

De vuelta a Laida, aparcamos en una plaza de las nuestras e intentamos probar suerte, recorriendo el paseo que, por cierto, solo cuenta con un rebaje en todo su recorrido. Por lo que si estás en el otro extremo te encuentras sin salida. Esto en el de la playa, porque después continua otro por la costa, totalmente segregador.

Bueno, pues paseando vimos una pasarela para las duchas que, seguramente, por un excedente de tablas se alargaba un poco más, y allí acampamos, divisando la orilla en lontananza.

                   

Cuartos de baños adaptados si que existen, pero sin barras y con el lavabo fuera.

Todo esto me recordó al gran Juan Luis Galiardo, en no sé que película, diciendo «esto es terreno abrupto».

Más allá de #Bizkaiaccesible: Donosti.

Última escapada express de la temporada, anterior al parón veraniego,  de las excursiones que organizamos desde Sancho Azpeitia para Fekoor.

El destino: Donosti. Visita guiada, primero panorámica y luego rodada por el casco viejo de Donosti.
Paseando por sus calles, el apetito se pone a cien en 0,2. El reto no era sencillo, porque cuando el grupo de silleros es numeroso y, además, se cuenta con el tiempo justo, hay que andarse muy listo.

Por un momento, ves peligrar saciar tus ansias de pintxos, pero estuvimos espabilados y cumplimos sobradamente.
Dando unas pocas vueltas, dimos con dos locales para todos los públicos.
Primero en Casa Alcalde (Mayor Kalea , 19) encontramos pintxos para elegir. Cuenta con una rampa que aplasta al típico peldaño. Bares tan importantes como el Gambara (en la misma calle) no se han desecho de el.
En cambio, en el Alcalde nada nos impide llegar a la barra, y eso hay que agradecerlo.
Lo único que le falta para que nadie me saque de allí es el WC, que no está adaptado. Sin embargo, en las cercanías no es complicado encontrar uno. Los del Alcalde, que son unos enrollados, te indicaran donde poder………

Por ejemplo, en la Chocolatería El Puerto (Calle Puerto, 19). Allí no sólo ofrecen lo que su nombre indica, sino que también preparan platos combinados, bocatas, etc.
Es amplio, accesible y, por lo tanto, nos solucionó nuestro objetivo que no era otro que toda nuestra peña coma junta, para no desperdiciar el buen royo que nos manejamos.

Después, nos hubiéramos quedado muy a gusto en alguna terraza de la Plaza de la Constitución -tomando un mojito-, pero el horario del programa nos hizo abandonar esta preciosa ciudad, que hay que ver lo «guapa» que se pone en verano, antes de que nos diéramos por satisfechos.

Más que #Bizkaiaccesible: Santander

En Santander habré estado como sofecientasmil veces. En el colegio, era una excursión de culto. Por descontado, en autocar sin adaptar, subiendo a pulso con la ayuda de los compañeros, y la silla plegada en el portamaletas, por supuesto, sin motor.

Con la familia, otras tropecientas. De pequeñito y de mayor. Sin embargo, está ocasión ha sido diferente.

Aunque el destino sea archiconocido, siempre hay algún aliciente. Por una parte, el hecho de haber colaborado con la organización. Por otra, el disponer de una guía que nos hizo una ruta turística por toda la ciudad.

Después, una golosa comilona en La Casa del Indiano, donde nuestro grupo de 29 «excursioneros» -9 rodantes- no tuvo problemas para ubicarse y pasar un rato agradable en magnífica compañía.
Un sitio muy recomendable, de correcto acceso. Con baños adaptados que, aunque sean de pago, en el restaurante te facilitan una manera de «pasar por debajo de la puerta».

Además, ofrece una extensísima carta para todos los gustos, apetencias, apetitos y bolsillos.
Yo, tras muchas dudas, me decidí por un «cocido montañes» y no me arrepentí, a pesar de que los platos que me rodeaban también me atraían tanto que no me pude resistir a «catarlos». Eran de una calidad casi tan alta como la de la asistencia con que conté para devorarlos.

Así que en definitiva, un éxito de día que esperamos convertirlo en costumbre.

A mi, que me echen vivencias, que yo las escribo.