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Vinceró

Tenia pensado llamar a mi siguiente entrada bloguera «Hibernar en verano» pero, al igual que las estaciones del año que no son del todo puntuales, la pasividad que siempre llega por estas fechas se está demorando.

Las ocupaciones (talleres, deportes adatados -Boccia-) cesan con un reprochable espíritu escolar.
No obstante, esta vez en Sancho Azpeitia nos hemos preocupado porque la caída no sea tan precipitada y hemos organizado aventurillas todas las semanas de Julio,
Agosto será otro cantar, pero bien estará reservar fuerzas para lo que, aún hipotéticamente, viene al final de la época estival; si las fiestas y el sol nos lo permiten.

De todas formas, es inevitable recordar que nuestra vida sigue divida en servicios que cierran por vacaciones que se alargan más de lo necesario, por falta de presupuestos.

Entonces a uno, le vuelven los ataques de desesperación -que nunca cesan- al pensar que el tiempo pasa y sigue sin encontrar la manera de ganarse la vida para ser capaz de acceder a las oportunidades que le surgen y ser competitivo para luchar por lo que más desea, como cualquier ciudadano.

La esperanza y convencimiento de conseguirlo no me faltan. Si me fallarían, no podría encontrar alicientes alternativos. No existen.
Son los ingredientes de la felicidad (reconocido por psicólogos).

En momentos de flaqueza, pongo al gran «Pava» entonando el Nessum dorma de la opera de Turandot de Puccini, y me prometo que venceré!
Así me siento cuando me encuentro a las cuatro de la mañana esperando tranquilamente en el anden del metro, con 0 % de ayuda.

Más allá de #Bizkaiaccesible: Astigarraga

El pasado Viernes disfrutamos de una de las excursiones «reinas» del año.

En Astigarraga, visitamos el Sagardoetxea -museo de la sidra- donde se aprende mucho sobre esta rica y típica bebida del lugar. Su historia y proceso de elaboración nos fue amenamente contado por Leire y Ainize (espero que la memoria no me falle). Y después de la teoría, me parece Seguir leyendo Más allá de #Bizkaiaccesible: Astigarraga

El motor de arranque

Desde hace mucho tengo ganas de tener un cuadro de la cala de mi vida (Binibeca, Menorca). Lo que nunca, ni se me pasó por la imaginación, es que lo fuese a hacer yo.

Es el segundo que hago a acrílico y, bueno, el resultado está ahí. Es mío por completo. Una vez que tengo colocado el gran aparejo  que necesito (mesa, madera para extender la mesa, caballete, lienzo, licornio, paleta de colores, hacer los colores, papel para escurrir el pincel). Una vez tengo todo a mano -o a  cabeza, en mi caso- empiezo a dar vida al lienzo, a crear.

Siempre con una ayuda latente, por si me salgo de la trazada y pido auxilio para que me borren el estropicio.
En este sentido, quiero agradecer a mi megacompañera Julia que no sólo me lo pone todo en bandeja sino que encima me instruye en esta técnica artística. Sin ella, no existiría esta obra playera.

Como me ocurre en otros muchísimos ámbitos, sin apoyo no puedo lograrlo, pero con asistencia ahí tenemos la muestra.
Así somos las potentes mecánicas sin motor de arranque. Solos no avanzaríamos.

Objetivo: Cerrar bocas.

Parece que han sido más, pero en realidad sólo han pasado cuatro días desde que el pasado martes, un grupo de Fekoor, asistimos a una Ikastola de Leioa para dar una charla y hacer unas exhibiciones de deporte adaptado.

A mi me tocó subir al aula con la misión de concienciar y sensibilizar a dos clases de «monstruitos» de unos nueve años que, por cierto, se portaron increíblemente bien. Interesados, respetuosos y haciendo preguntas, sin cortarse ni un pelo.

Mis compañeros Ander, Javi y yo hicimos una divertida exposición sobre lo que realmente es la diversidad funcional. Estoy seguro de que a esta chavalada que nos dirigimos ya no se les queda la boca abierta cuando vean una silla de ruedas por la calle, como aún hoy puedo dar fe de que sigue ocurriendo.

 

#Bizkaiaccesible: Karrantza pack

Como decía el director de Ferrari, Stefano Domenicali, cuando ganaban carreras, FENOMENAAAAAAALE!

Así están saliendo las excursiones de día que estamos organizando desde @FkrAisia, cada vez mejor.

 

La del último viernes ha sido muy intensa, interesante y divertida. En el Valle de Karrantza, además de contar con sus agradables paisajes, existen dos emplazamientos altamente recomendables y preparados para todos los públicos.

Nosotros por la mañana decidimos visitar el Karpin. Un centro de acogida de animales abierto al publico. En el enlace encontraréis toda la información que os haga falta. El caso es que su recinto contiene un trayecto peatonal muy adecuado para hacerlo en silla. Eso si, aconsejo que sea de motor. Sus frecuentes pendientes, sirven para poner a prueba propulsores y baterías.

Como os imaginaréis, yo exprimí mi «Quickie Salsa M» a fondo, enfrentándola a las rampas más exigentes para arriba y para abajo. La respuesta fue intachable y las baterías no se resintieron demasiado. Es cierto que ha sido el día que más me ha consumido, pero, aún así no me ha impedido afrontar una larga jornada de 22 horas sentado encima de ella.

Como digo, la accesibilidad no presenta problemas. Hay surcos para canalizar las aguas que se salvan con unas chapas metálicas que hemos estrenado. Los baños no faltan y se encuentran en vías de una mejorable adaptación. Dicho esto, queda claro que se puede disfrutar de este parque que no hay que confundir con un Zoo. Aquí se cuidan animales que por alguna razón no pueden volver a su medio. Muchos de ellos por  tener alguna tara. ¿A que me suena?


De todas formas, para mi, la sorpresa llegó por la tarde. Parece mentira, pero a veces tenemos auténticas maravillas a nuestro alrededor y pasan los años sin enterarnos. Me refiero a las cuevas de Pozalagua, reconocida por la sala más grande de toda Europa.

Recuerdo cuando de pequeño me quedaba con las ganas de entrar en las cuevas de Santimamiñe, y en cambio a estas alturas ya he entrado en dos diferentes. Eso es progreso. Por eso aprecio tanto que se ponga una plataforma para descender por sus estrechas escaleras que cruzan la roca, casi rozándote la cabeza si no la agachas.

Esto junto con el justo tamaño del elevador, que hace que tengas que hilar muy fino en la  maniobra, da una emoción que va in crescendo según vas descendiendo y descubriendo todo lo que allí nos aguarda. Varias cavidades repletas de estalactitas y estalagmitas goteando con más frecuencia de la que me imaginaba. Todo ello recorrido por una pasarela que nos lleva hasta el fondo sin preocupaciones.

La  verdad es que es impresionante y un privilegio poder acceder a una increíble obra de la naturaleza. Claro que una vez haberlo gozado, también conviene regresar a la superficie y a la vida electrónica. En mi caso, me tocó subir el último – yendo con un grupo numeroso de sillas, hay que tomárselo con paciencia porque la «montaña rusa» es lenta-. Por fin, cuando llegó mi turno de huida el sistema hizo choff. Jajaja. No nos lo podíamos creer. Estaba atrapado allí con mis 145 kg de silla pegada al suelo.

Suerte que uno  de los nuestros tiene unas cuantas horas de vuelo en uno de esos aparatos y dedujo que le habría dado al botón de seguridad. Y efectivamente, a la atura de mi codo había un botón rojo que, con mi inoportuna torpeza, había accionado.

Todo tiene alguna razón y cuando Dieguito está por en medio ahí lio seguro, jeje.

Menos mal que estaba inteligentemente acompañado y nos sirvió para echarnos unas risas, con algo de emoción.

Ahora a por más momentazos!