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Arbobiada

Arboleda
Plaza de la Arboleda

No es que me guste contar mi vida, pero ayer en La arboleda me llevé una grata sorpresa a ver lo bien adaptado que se encuentra este pintoresco lugar.

Existen rebajes desde el parking de abajo (algún fortuito pero efectivo). En su plaza, dispuesta en diferentes alturas, el visitante dispone de rampas adecuadamente preparadas para que nadie se quede en una esquina.
Curiosear por sus calles estrechas también es algo totalmente factible y entretenido.

Tomando unos potes en la plaza, antes de ir a por las alubias del Casa Sabina, me dieron ganas de darle un premio a este antiguo barrio de Trapagaran, por tener previstas visitas como la mía, aumentando nuestra movilidad.

Para acceder a dicho restaurante no encontré ningún problema (al contrario de muchos otros establecimientos de Bilbao que intentamos visitar horas mas tarde).

La alubiada fue imperial. Poniendo la Salsa de costado a la mesa, porque su altura no permite meterme en el 99% de las mesas, embarque dos platos importantes mas un postre suculento de hojaldre con nata.

Un gran acontecimiento para comenzar el año que se alargo hasta las tanta.
Lo que no pude dejar extenderse fue la sobremesa por la ausencia de un WC adaptado. Menos mal que uno es muy fisgón, y había detectado uno de esos con auto lavado en el mirador, cerca del parking.

Videos, aquaplaning y CDs pirata

Monto en mi 806, ponemos la radio iniciando la marcha, y suena Left Outside Alone de Anastcia. Una canción de las que formaban parte de la  banda sonora del video que hizo mi primo, de nuestro viaje familiar a Italia, hace algo más de diez años.

Era como si el extranjero me diría: Bienvenido, cuanto tiempo sin volver por aquí.
No pude evitar una emoción creciente, recordando ese video que he repasado varias veces, y pensando que iba directo al aeropuerto, previo paso por Bilbao para recoger a Iván. Hasta mi ama se dio cuenta de la casualidad.

Los viajes importantes dejan un gran poso duradero, y merecen la pena por mucho que nos cueste alcanzarlo (más en nuestro caso).
A continuación, unas imágenes inéditas y caseras, caseras que tenía guardadas.

De lo que, lamentablemente, no tengo grabación es de mi última «Salsada».
Aviso para rodantes: No subir cuestas por cintas automáticas, si llueve.
Estaba yo coronando una de estas, cuando inexpertamente, se me ocurrió acelerar (en segunda, nada heavy). En ese momento, la silla empieza a dar bandazos, golpeando contra los laterales que sujetan los pasamanos.

La sensación fue de un descontrol total. Tanto que llegó un momento en que la silla se puso de costado y empezó a descender muy seriamente, como si estuviese en el tobogán de un aquapark.
Algo imparable. Nunca había sentido ese pánico repentino por no ver manera de hacer que aquello termine bien.
No sé si solté el Joystick. Creo que no. El instinto me hacia insistir para recuperar la adherencia. Seguramente…….. No sé, porque soltándolo se bloquean las ruedas. Lo que abría que hacer es frenar intermitentemente como el ABS de los coches, pero hace falta ser muy frio para llegar a esa conclusión en tan poco tiempo.

Por una suerte infinita, unos metros más abajo de la pista de patinaje, se encontraban dos «comerciales de CDs» que pudieron detener aquel desesperante deslizamiento.

Si no hubiera sido por ellos, a saber como habría terminado aquello.
¿Alguien me ayuda a saberlo? Jaja, no, es broma, que casi me lo hago encima.

LondonAye

Estoy medio dormido, como atontado. La deceleración ha sido fulgurante. Después de una semana sin bajar de las 7.000 rpm. llegar hasta casi el relentí me ha provocado somnolencia.

El reto del año, y por lo menos de los últimos 10 -cuando viaje a Italia-, ha sido cumplido, superado y, sobre todo, gozado.

Imposible contarlo todo en un post, porque seguro que me dejo algo. Así que dudo mucho que esta sea la única entrada dedicada a nuestro tour de Bilbao a Biarritz, pasando por Londres y Paris.

Hace ahora exactamente una semana, me encontraba en el Brithis Museum (buena accesibilidad salvo por un ascensor pequeño, con amenaza de avería, y por la sala de las momias que es tan inaccesible como una pirámide.), ya habíamos visto los puntos emblemáticos de London desde el autocar e incluso había hecho alguna escapada por China Town.

Cuando en menos de 2 horas llegas a un destino alcanzado con, por lo menos, un retraso de 15 años, a uno le cuesta aceptar que está allí.

Esta sensación se agrava dentro del bus, con unas ventanas que parecen pantallas de video. Sólo cuando te bajas y te sumerges en la calle, sientes que es real. Circulando con mi Salsa M de sustitución (la mía me dio plantón) agradezco a las maquinas del espacio-tiempo por permitirme transitar por tantas ciudades.

Y ahí es donde, verdaderamente, se analiza la adaptación de la urbe. Rebajes no faltan a la hora de cruzar. Mas vale mirar hacia el lado correcto al hacerlo y no distraerse por los miles de atractivos estímulos que nos rodean.

El Underground es muy antiguo y muchas estaciones tienen un peldaño ofensivo. Pero en las que están bien, la atención es comparable a la de un aeropuerto, con servicio de acompañamiento tanto para entrar como para salir.
Personalmente, prefiero la disposición totalmente horizontal para colocar la tarjeta. En cambio, las de Londres se chequean sobre una base inclinada lo que. seguramente, me iría peor. Suerte que iba en buenísima compañía. ; )

Los famosos autobuses están adaptados, con sólo una plaza para silla por bus. Bueno, eso en teoría, porque como en nuestro equipo de Kamikazes íbamos dos rodadores, el conductor permitió que  nos apretujáramos para ir todos juntos.
No tuve ocasión de probar los pintorescos taxis, pero oí quejarse a un colega del grupo de la puerta era estrecha.

El castillo de Winsor también es visitable, aunque no recomendable para grupos grandes de silleros con falta de tiempo,  porque los dividen y hasta que no salen unos no entran otros.

El Londonaye tampoco discrimina a nadie, y va tan despacio que me daban ganas de subirme en marcha, como el resto de la people.. Pero no, la paran y despliegan una pasarela portátil, que se despliegan como un libro, para salvar una separación milimétrica.

Gracias a nuestra «guía local» Ainara, conquistamos el Soho, Covent  Gardent Garden, Trafalgar Square y paseamos junto al Thamessis hasta llegar a un espectacular Pub junto al rio , de cuyo nombre debería acordarme. Me informaré.

Después de todo esto, uno piensa con mentalidad de despedida sólo por un instante, al cabo del cual caes en la cuenta que aún queda otra capital por conocer en las próximas horas.

Continuará.