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Vuelve la Salsa

Ayer volví a hacer la ruta Deusto-San ígnacio, nada más recuperar mi Quickie Salsa M.
Necesitaba quitarme el mal sabor que me quedó cuando me dejó tirado. Cogí el Bidegorri, y quinta a fondo hasta llegar al entreno de Boccia. Fue un desahogo muy placentero.

Algo más difícil va a ser perder la psicosis a que me vuelva a pasar. Ya van dos veces en este año. Fallo de joystick con su consecuente cambio, porque cuando fallan no tienen arreglo según la marca.

Esta ocasión la quise aprovechar para instalar el nuevo joystick R-NET, y sustituir al VR2.
La Salsa que Sunrise Medical me tuvo que prestar para el viaje, por una pieza que no llegaba, venía con el R-NET incorporado. Este permite circular, sin que entre el limitador, con el asiento basculado. Lo que a mi me ayuda a ir mejor sentado y elimina perdidas de tiempo en recuperar la posición de marcha para salir corriendo en un momento de necesidad, dando más control y responsabilidad al conductor, sin acatar limitaciones electrónicas.
Además, la carcasa del R-NET es más cuadrada, lo que ofrece un mayor apoyo para la mano.

Pero lamentablemente, adoptar este joystick requiere un cambio de toda la electrónica, así que he tenido que prescindir de esta mejora.


En el Salón sin Barreras del Bec. No tuvo mucho que contar pero estoy creando la tradición de aprovechar para ponerme tras un volante. Ya van dos años consecutivos.

Sin embargo, ha habido otras que si he podido copiar del «vehículo de cortesía».  Al de poco de empezar a probarla, me gustó que fuese un poco más ancha y que tuviese los apoyabrazos más altos.
Creo que fue en el aeropuerto de Loiu -en la puerta de embarque para Londres-  cuando caí en la cuenta de que la anchura no era más que un reglaje que se puede ajustar al gusto. Y así lo he hecho en la mía. Como inconveniente, ahora al subir el apoyabrazos, me queda el soporte del mando a la altura del hombro. Muy molesto para pintar, entrar en  mesas, etc.
Dicen que esto se debe a haberlo modificado, pero la verdad es que esto pasa desde que me tuvieron que cambiar el brazo entero, por sólo tener un tornillo estropeado.

Dicen que no hay bien que por bien no venga, así que estos cambios han sido el beneficio de la tensión por conseguir tener la silla a punto para Europa, que finalmente terminó forzosamente solucionado con una silla prestada.

Ahí queda todo esto, por si a alguien le sirve.

Laida es terreno abrupto.

Después de la completa agenda de «movidas» que hemos cumplido esta temporada, el cuerpo me pide más acción, y no solamente de índole ociosa. Pero, en fin, de momento es lo que hay.

                    

Así que antes de ayer, mi «super cuidadora familiar» y yo organizamos una expedición por nuestra cuenta a Laida.

Acostumbrados a hacer uso del servicio de baño adaptado de Bidaideak en la playa de plentzia, decidimos cambiar de paisajes e ir a las playas del Urdaribai.
Siempre había oído y leído que en Laida también estaban los de Bidaideak para bañarme. Sin embargo, mi madre se empeño en confirmarlo, mirando en la Web de esta organización.

                  

Ves! Le dije. Pero, el que no creí lo que vi fui yo al llegar y llevarme un gran desengaño.

– Este año se han trasladado a Mundaka – Nos contaron en Laga. Una bonita playa, a la que tenía ganas de volver para recordar cuando iba siendo un renacuajo y, con los brazos de mi padre, me sobraba para  no echar en falta pasarelas, ni accesos, ni siquiera silla.
Como me lo pasaba de camino, por las curvas de Morga.

El caso es que no volveré. Hay una zona reservada para aparcar pero nada más. Sólo se puede llegar al chiringuito.
Hasta para llegar a la escueta pasarela hay dos escalones.

De vuelta a Laida, aparcamos en una plaza de las nuestras e intentamos probar suerte, recorriendo el paseo que, por cierto, solo cuenta con un rebaje en todo su recorrido. Por lo que si estás en el otro extremo te encuentras sin salida. Esto en el de la playa, porque después continua otro por la costa, totalmente segregador.

Bueno, pues paseando vimos una pasarela para las duchas que, seguramente, por un excedente de tablas se alargaba un poco más, y allí acampamos, divisando la orilla en lontananza.

                   

Cuartos de baños adaptados si que existen, pero sin barras y con el lavabo fuera.

Todo esto me recordó al gran Juan Luis Galiardo, en no sé que película, diciendo «esto es terreno abrupto».

Más allá de #Bizkaiaccesible: Donosti.

Última escapada express de la temporada, anterior al parón veraniego,  de las excursiones que organizamos desde Sancho Azpeitia para Fekoor.

El destino: Donosti. Visita guiada, primero panorámica y luego rodada por el casco viejo de Donosti.
Paseando por sus calles, el apetito se pone a cien en 0,2. El reto no era sencillo, porque cuando el grupo de silleros es numeroso y, además, se cuenta con el tiempo justo, hay que andarse muy listo.

Por un momento, ves peligrar saciar tus ansias de pintxos, pero estuvimos espabilados y cumplimos sobradamente.
Dando unas pocas vueltas, dimos con dos locales para todos los públicos.
Primero en Casa Alcalde (Mayor Kalea , 19) encontramos pintxos para elegir. Cuenta con una rampa que aplasta al típico peldaño. Bares tan importantes como el Gambara (en la misma calle) no se han desecho de el.
En cambio, en el Alcalde nada nos impide llegar a la barra, y eso hay que agradecerlo.
Lo único que le falta para que nadie me saque de allí es el WC, que no está adaptado. Sin embargo, en las cercanías no es complicado encontrar uno. Los del Alcalde, que son unos enrollados, te indicaran donde poder………

Por ejemplo, en la Chocolatería El Puerto (Calle Puerto, 19). Allí no sólo ofrecen lo que su nombre indica, sino que también preparan platos combinados, bocatas, etc.
Es amplio, accesible y, por lo tanto, nos solucionó nuestro objetivo que no era otro que toda nuestra peña coma junta, para no desperdiciar el buen royo que nos manejamos.

Después, nos hubiéramos quedado muy a gusto en alguna terraza de la Plaza de la Constitución -tomando un mojito-, pero el horario del programa nos hizo abandonar esta preciosa ciudad, que hay que ver lo «guapa» que se pone en verano, antes de que nos diéramos por satisfechos.

Más que #Bizkaiaccesible: Santander

En Santander habré estado como sofecientasmil veces. En el colegio, era una excursión de culto. Por descontado, en autocar sin adaptar, subiendo a pulso con la ayuda de los compañeros, y la silla plegada en el portamaletas, por supuesto, sin motor.

Con la familia, otras tropecientas. De pequeñito y de mayor. Sin embargo, está ocasión ha sido diferente.

Aunque el destino sea archiconocido, siempre hay algún aliciente. Por una parte, el hecho de haber colaborado con la organización. Por otra, el disponer de una guía que nos hizo una ruta turística por toda la ciudad.

Después, una golosa comilona en La Casa del Indiano, donde nuestro grupo de 29 «excursioneros» -9 rodantes- no tuvo problemas para ubicarse y pasar un rato agradable en magnífica compañía.
Un sitio muy recomendable, de correcto acceso. Con baños adaptados que, aunque sean de pago, en el restaurante te facilitan una manera de «pasar por debajo de la puerta».

Además, ofrece una extensísima carta para todos los gustos, apetencias, apetitos y bolsillos.
Yo, tras muchas dudas, me decidí por un «cocido montañes» y no me arrepentí, a pesar de que los platos que me rodeaban también me atraían tanto que no me pude resistir a «catarlos». Eran de una calidad casi tan alta como la de la asistencia con que conté para devorarlos.

Así que en definitiva, un éxito de día que esperamos convertirlo en costumbre.

A mi, que me echen vivencias, que yo las escribo.

 

Metro coaching

No he hablado del Metro desde el último relato que publiqué sobre el problemilla que tuve. Pero, la verdad es que he vuelto y ha sido para cogerlo por los cuernos.

Con la tarjeta Barik, que solamente necesita ponerla un instante sobre una plataforma para que el sistema la detecte y se habrá la barrera, he llegado a viajar solito de principio a fin del trayecto.
Aún me sube el pulso cuando, por ejemplo, tengo que darle al botón del ascensor -son pocas veces porque casi siempre están los de seguridad o alguna otra persona- o tengo que colocar la tarjeta para chequear. Sin embargo, con entrenamiento y algo de ingenio, me estoy demostrando que la superación existe.

El mayor problema que me podía imaginar es que se me callera la tarjeta al pasarla, así me pasó el sábado. Tuve que atravesar «la frontera» sin ella, abandonándola al otro lado. Inmediatamente, me volví acercándome a la barrera electrónica para que algún buen samaritano me la pase por encima de la máquina, alargando el brazo. Y así estuvo a punto de ser, porque se me volvió a caer cuando justo llegaba el tren que esperaba mi «angel de la guarda», por lo que desistió de repetir la operación.
En ese momento, alguien me tira con fuerza de la silla y grita con sorpresa «no la puedo mover», reiteradamente. Me costó hacerle comprender que la silla la manejaba yo, y lo que realmente necesitaba. Era el jefe de estación y espero que la experiencia le haya servido para no llamar tanto la atención de los metroandantes, si vuelve ha suceder algo parecido.

Por suerte, ya había comentado este asunto con mi amiga Lara y, en cuestión de horas, ya me había confeccionado un invento para que la Barik no me deje solo.
También, unos días antes, me había hecho, como se dice ahora, de Coach, acompañándome pero sin ayudarme en nada, con una gran paciencia que me sirvió de mucho apoyo para darme cuenta de que poder, puedo.

Gracias a ella, a Sheila que no para de animarme a que me lance, a mi colega Josean y a su hermano Martín por ayudarme en los inicios, y al resto de la Kooadri por darme ocasiones o motivos para moverme.

Ojalá este escrito lo leyera mi yo de hace tan solamente unos meses para convencerle de que su movilidad autónoma puede aumentarse.

Las dos caras del metro

Hace pocas semanas, manifesté mi intención de escribir algo sobre mis viajes autónomos en Metro. Estaba pletórico por haber encontrado una manera de multiplicar mi margen de acción, al igual que los Ferrys permiten a los coches surcar los mares para llegar a islas paradisiacas.

Únicamente, estaba esperando a realizar un trayecto completamente solo desde la salida hasta la llegada, para redactar una buena crónica. Porque, de momento, lo que había hecho era bajar del tren antes que mis amigos.

Al llegar a mi estación, salía y tiraba yo solo hasta casa, cantando por el camino de pura satisfacción.
Aún así, la experiencia me retumbaba. Me recordaba que en el cutre-mundo de la dependencia cualquier brillo que creas percibir puede apagarse o, simplemente, tratarse de algún falso reflejo. Que siempre estás vendido por no saber con quien te va a tocar tratar.

A continuación, plasmo la queja que he enviado a Metro Bilbao:

Me llamo Diego Lastra Gutiérrez, soy un ciudadano de 38 años, licenciado en Derecho, residente en Getxo, y usuario de una silla de ruedas electrónica. Mediante la cual, me muevo autónomamente sin ningún problema.

Recientemente, he comenzado a utilizar el Metro con el propósito de aumentar mi margen de movimiento, y la verdad es que, en las dos primeras ocasiones, todo han sido facilidades con un trato de lo más amable, tanto por parte del personal del Metro como del de seguridad.

El principal problema que encuentro, debido a mi disfunción motora, es para accionar el ascensor y chequear cuando llego a mi estación. Para la entrada al metro, suelo ir acompañado de amigos que me ayudan, pero como yo me bajo unas estaciones antes que ellos, la solución que me dio la jefa de estación de Unamuno, la primera vez que lo intenté, fue dar avisó al personal de seguridad de Bidezabal –mi estación de destino- para que me estuvieran esperando en el andén y me ayudaran con el ascensor y el chequeo del billete. Así fue, todo sin pegas y con una correctísima atención.

El segundo día fue de Sopelana a Bidezabal. Estando ya dentro del vagón, le comenté el tema a unos vigilantes, quienes automáticamente se pusieron en contacto con sus compañeros de mi estación de destino, con el fin de que me prestasen la atención que requería. De nuevo, el trato fue cordial, llegándome a decir, ante mi agradecimiento: “De nada hombre, estamos para esto”.

Sin embargo, en la noche del Viernes 17 al Sábado 18 de mayo de 2013 (sobre las 00:00 horas), tuve la desgracia de toparme con una persona, al frente de la estación de Unamuno, que al pedirle que por favor diera aviso a Bidezabal para que me atendieran, se mostró totalmente reacia a llevar a cabo esta fórmula que otras veces ha funcionado con completa normalidad, y sin que a nadie le sorprendiera.

Esta señora decía que los vigilantes no están para eso, porque en cualquier momento puede darse una incidencia para lo que tenían que estar libres. También argumentaba que en ese momento no había vigilancia en Bidezabal, y que lo único que podía hacer, como favor, era mandarla en un coche, pero que no podía ser algo habitual, que no lo tome como costumbre.

Además de exponer un montón de trabas, he de decir que el trato fue discriminatorio, ninguneándome en todo momento, no siendo capaz de dirigirme la palabra –sólo hablando con mis acompañantes- como si fuese un deficiente mental, llegando a decir que “esta persona no puede viajar sola”, preguntando indiscretamente a ver como lo iba a hacer al salir de la estación, y comparándome con su anciana madre.

Finalmente, al comentarle que, en caso de que estuviese lloviendo, me iban a venir a recoger a la estación, concluyo que quien me viniese a buscar debía pagar un billete y bajar al andén para ayudarme. Y así es como lo tuvimos que hacer. Pero, curiosamente, cuando me encontré con mi madre, al salir del tren, aparecieron dos vigilantes dispuestos a ayudar sin ninguna expresión de que estuviesen haciendo algo extra, a pesar de que se habían desplazado por mí, y animándome a que siga haciendo uso de sus servicios.

Considero esencial que todo su personal responda con el mismo procedimiento ante las mismas situaciones. Además de que, cuenten con la pertinente formación socio-cultural para no ofender a nadie y no menospreciarle, simplemente por el hecho de que tenga una pequeña dificultad en el habla, como es mi caso.

Por todo ello, exijo una declaración oficial desde Metro Bilbao con respecto al procedimiento que he venido efectuando hasta que he tenido la incidencia que aquí he comentado, que, seguidamente, me dispongo a divulgar a través de diversos canales públicos, porque opino que se han vulnerado los derechos de mi colectivo social y se infringen las normas de accesibilidad, así como de igualdad de oportunidades que la legislación establece, tanto nacional como a nivel internacional (Convención Sobre Los Derechos De Las Personas Con Discapacidad de La O.N.U., ratificada por España).