Salsa cortada

Aviso para los que navegan con la Quikie Salsa M.

En las dos últimas semanas he tenido un par de importantes incidencias que han invalidado mi silla para hacer todo lo hasta ahora me ha permitido.

Primero fue el ajuste de altura de los apoyabrazos. Este sistema ha de reajustarse cada más o menos tres días, lo cual ya da pistas de su deficiencia.

Finalmente, ha terminado de ceder, dejando el apoyabrazos caído. No pasa nada, casi todo es susceptible de arreglo. El problema sólo es de un tornillo. Sin embargo, era demasiado fácil, y el fabricante obliga a cambiar todo el kit completo del apoyabrazos, valorado en la inoportuna cantidad de 200 €. Porque, bah total, a los que estamos en el paro indefinido, sin oportunidad para levantar la cabeza, nos sobra la pasta y se nos cae de los bolsillos.

Ojalá se hubiese terminado aquí la mala racha pero quedaba lo peor.
Después de 2 años y medio, el Joystick ha empezado a dar fallo. Yendo en marcha, el motor se detiene y el indicador luminoso parpadea, indicando dicho fallo.

Con apagarla y volverla a encender, basta para reanudar la marcha, para volverse parar en el momento más inesperado, como ya me ha pasado cruzando una carretera.

Lo que más me fastidia es que sólo lo hace conmigo. Es como si se hubiera cansado de mi. Es cierto que hago algo más fuerza de lo normal pero tampoco debe de ser bueno tener que sacar el pomo -lo tengo que pegar para que no se me salga- cada cierto tiempo porque el fuelle del Joystick se rasga, y hay que cambiarlo porque deja entrar agua al circuito, además de retorcerse, accionando la palanca. He pedido un fuelle de otro material que aguante más pero me dicen que no hay. Debo ser una «rara avis», pero la verdad es que no paro de ver a muchos colegas con los joysticks forrados con plástico, así que lo mismo no soy el único a quien le hace falta.

En definitiva, otro gran presupuesto, aún no me han dicho a cuanto ascenderá pero que, según he oído, daría para una escapada muy maja. Porque la única solución que me dan, es cambiar el mando entero.

Ahora me parece mentira todo lo que he hecho con esta silla. Ir solo en el metro, volver a casa más tarde que el sol. Cientos de trayectos de Deusto a San Ignacio  por el bidegorri en quinta a fondo, etc, etc, incontables.
Nunca me lo terminaba de creer, esforzándome por aceptarlo como algo normal. Pero, inconscientemente, sabia que en cualquier momento las mahonesas se pueden cortar.

Por tanto, quiero pensar que en  cuanto salga de esta discapacidad dentro de la discapacidad, volveré a sacarla todo su jugo.