Ahora mismo me encuentro editando un capítulo sobre una de mis mejores movidas.
Después de una importante sequia, es curioso ver como de repente todo va rodado y, para cuando te percatas de la situación, ya has cumplido un reto que llevábamos perseguiendo desde hace años.
Siempre, desde pequeñito, me ha venido a la mente la sensación de suspensión o flotabilidad en el aire. Como un estado de ingravidez y libertad. Como una premonición, no sé si de la tirolina, pero si que esta se ha acercado bastante.
Estar colgado a 21 metros sobre un bosque frondoso, es para mi un orgullo. Un privilegio altamente apreciado.
Hasta aquí, con todas las vistas espectaculares del paisaje, bajo el cielo azul surcado por alguna ave impogtante -no me atrevo a clasificarla, pero a mi me parecía un águila-, la experiencia ya está sobradamente justificada.
Pero si a ello le sumas la velocidad con que pasas entre los arboles, se convierte en una acción de intrépida aventura.
La emoción tiene la capacidad de modificar tu estado anímico en cuestión de centésimas. En nada, sientes el aire, que se ve obligado abrirte paso. Empiezas a gritar, y sale de ti un yo oculto gritón, histérico pero de alegría. Una personalidad que vive congelada en tu interior, presa de tanta formalidad, y que sale como una fiera cuando le dan rienda suelta.
La tirolina sigue. son 250 m. de caída horizontal. El arnés va girando y llego a ponerme en sentido contrario el de marcha, pero el avance continua, y giro la cabeza para ver hacia donde me dirijo.
Paso por delante de Pao y Rober, en un instante suficiente para ver como lo están grabando todo. Les dejo atrás hasta llegar a tocar la colchoneta del final. Cosa que no siempre se consigue, y que el viento a favor pudo ayudarme a lograr.
Diego Lastra es como una marca que consigue alcanzar estos objetivos, gracias a la intervención de muchos miembros.
Desde mis padres, que me ponen apunto para salir de casa, la esencial disposición de Roberto y Paola (junto conmigo, el equipo original de Movilidad Aumentada) que me hacen posible ejecutar las movidas que yo mismo gestiono.
Y, en esta ocasión, la fundamental y esforzada colaboración de SOPUERTA AVENTURA. Primero, por su atención al proponerles mi desafío. Segundo, por no poner pegas ni asustarse ante la diversidad. Tercero, por pensar en el procedimiento más adecuado para mi, sin que haga falta llegar con la silla al punto de salida, ni necesitar otra en la llegada. Y cuarto, por su acogedora actitud en todo momento, quitándole importancia a todo el curro que se pegaron. Bravo, bravo y bravo! Chapó. Si fuera por otros de su misma profesión, nunca lo hubiese hecho.
Ah! Y quinto porque nos atendieron antes de abrir el parque para poder dedicarse en exclusiva a realizar este reto
Con un polipasto me subían en la parte baja y después tiraban de mi hasta arriba y, una vez alcanzada la meta final, me retrocedían hasta donde había abandonado mi silla.
Pero todo este proceso, se entiende mucho mejor viendo el flamante video que hemos creado para este capitulazo.
Vamos reduciendo el número de retos pendientes. Quedan los más difíciles pero si irían tan sobre ruedas como este, no quedaría ni uno.