Paulatina evolución

El barco de la asistencia personal ha cogido buena dirección. Ya tiene motor, aunque es de carbón y le cuesta luchar contra las mareas. Las olas siguen enfrentándose a su proa, que sube y baja incansablemente, insistiendo en su avance.

Afortunadamente, hace unos meses recibió un viento de popa, en forma de Decreto en Bizkaia, que le hizo aumentar unos cuantos nudos de velocidad, al eliminar los estrictos requisitos de estudiar o trabajar.
Sin embargo, en el fondo marino hay muchas rocas traicioneras que pueden hacer naufragar a nuestro buque, como el capitán no quite el ojo del radar para esquivarlas y tomar la trayectoria acertada.

A un lado están las escasas horas que las cuantías de la prestación económica permiten. Pero al otro están las incompatibilidades, sobre todo la más grande, la que entra en conflicto con la paga por cuidador familiar, cuyo gran peso va a provocar que casi nadie se atreve a tocarla.

Sin duda, para atravesar este arrecife, hay que abrir un hueco por donde el navío pueda pasar sin peligro a ir a pique.
Si disponemos de pocas cargas, que menos que activarlas donde haga falta para que nuestros cuidadores de familia sigan cobrando su paga -y ya puestos, volviendo pagárseles su cotización-, ya que está visto que en ellos va a seguir recayendo la mayor parte de nuestra atención, que la real vida independiente sigue siendo un puntito en el horizonte que apenas ha crecido, y que nuestros legisladores no quieren entender que una persona gran dependiente, si necesita asistencia para trabajar, también la requiere para levantarse, asearse, salir, entrar, desfasar y lo que le salga de donde le de la gana. Sin limitaciones. Por repetirlo, que no quede.

Todo ello, para que uno no se sienta como yo, conduciendo por una carretera olvidada del desierto, que no se sabe ni a donde va a parar.
Dejando caer la mano, resignado, sobre las 12 del volante, viendo como te adelantan hasta los camiones afiliados a la I.T.V.