Carta abierta a Rubalcaba

A través de su Web, y puede que algún otro cauce, le he enviado esta carta abierta a Rubalcaba:

 

Señor Rubalcaba,

 

Mi nombre es Diego Lastra. Soy un ciudadano de 36 años de edad, Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto (promoción de 2000).

 

Lamentablemente, pertenezco a ese grupo de ciudadanos que en el 20N se van a quedar en casa. Tengo que reconocer que esta vez voy a sentir cierta tentación de acudir a las urnas pues, ante la manipulación que estamos viviendo, me gustaría darle mi apoyo. Sin embargo, considero que nadie se ha ganado o se está ganando mi voto.
La decepción originada por la Ley de La Dependencia ha sido enorme. Y, el hecho de que este texto legal haya sido promovido por un gobierno socialista, agrava aún en mayor medida este desengaño.

Desde mi nacimiento padezco una parálisis cerebral que me provoca un grado de discapacidad del 85% y, según la valoración de dependencia que recientemente me han efectuado, un grado III nivel II (Nº expediente: 2009/003939).

Como resultado de todo lo hasta aquí comentado, necesito permanentemente la ayuda de,  por lo menos, un persona.

 

Si tuviera oportunidad, me gustaría preguntarle si usted ve normal que la Ley no destine más de cuatro horas/día de asistencia personal, y siempre bajo la condición de utilizarlas para trabajar o estudiar. Algo que choca frontalmente con el modelo que defiende la Convención Internacional sobre Derechos de las Personas con Discapacidad que el gobierno, al que usted pertenece, ha ratificado.

 

Efectivamente,  mientras que en nuestra norma se considera a la Asistencia Personal como un servicio residual, para la ONU la autonomía individual es un principio general que rige toda la convención (Art. 3).

Además, en el Art. 19 se garantiza que las “Las personas con discapacidad tengan la oportunidad de elegir su lugar de residencia y dónde y con quién vivir, en igualdad de condiciones con las demás, y no se vean obligadas a vivir con arreglo a un sistema de vida específico”. Para ello, entre otros servicios, se ha de asegurar “la asistencia personal que sea necesaria para facilitar su existencia y su inclusión en la comunidad y para evitar su aislamiento o separación de ésta”.

 

A pesar de todo esto, en nuestro país sigue imperando la “cultura” de institucionalizar a los diferentes. Así las cosas, el día en que mi familia se vea incapaz de atenderme, como lo ha hecho durante el tiempo de mi existencia en que todo el peso de mi bienestar ha recaído en ellos, el Estado del Bienestar estará dispuesto ha dedicar hacia mi un mínimo de 2.500 € (coste de una plaza residencial). ¿Por qué no poder destinar esa misma cantidad para costear mis asistentes, y así permanecer inmerso en mi entorno social, del cual no debo de separarme a causa de mi condición física? ¿Por qué se ponen tantas trabas a la hora de conceder la prestación económica para contratar Asistencia Personal? Como he comentado, se exige tener contrato de trabajo o matrícula de estudios; pero, sin autonomía, ¿como he de hacer para lograr esas condiciones? Si las horas de asistencia las he de invertir en mi puesto de trabajo, ¿Cómo piensan que he de organizarme para llegar hasta él? ¿Cómo ir a hacer cualquier otra gestión fuera del horario laboral? ¿Cómo disponer del tempo libre?

Espero ser capaz de hacerle sentir el grave sinsentido de este crucial asunto que le planteo.

 

Una situación que psicológicamente puede convertirse en traumática, al disponer de una nula capacidad de iniciativa, debido a una total falta de libertad de movimiento, capacidad de decisión y control de la vida que nos pertenece.

Siempre esperando que otros deseen compartir parte de su libertad con nosotros. Eso no es dignidad.

 

De todo ello, viene mi gran descontento y mi posición de no apoyar a un sistema  que no me tiene en cuenta. Por lo menos, hasta que no oiga a alguien defender realmente mis Derechos.

En este sentido, me agradaría conocer su opinión al respecto.

 

 

 

Atentamente,

 

Diego Lastra Gutiérrez.