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X-Box: «Electromagia»

Siempre me ha venido a la mente, el acto de lanzar la pelota hacia arriba con la mano izquierda para, a continuación, pegarle un raquetazo y ponerla a 180 o 200 km/h, y gritar: Zaska!

Pero claro, pensaba en ello como quien imagina estar en la luna. Simplemente, porque esa sensación me atraía.

Sin embargo, gracias a la «electromagia» he podido acercarme a esa emoción.
Llevo varias semanas probando la X-Box con la Kinect y me he llevado un alegre sorpresón.

Yo era incrédulo. Creía que ese sistema iba a discriminar mis singulares movimientos, pero en Fekoor me animaron a probar y, bua! Que satisfacción sentir, participar y machacar.
Mientras ves jugar a otros estás como dormido, aletargado, con tu personalidad atrofiada. Pero cuando «entras en pista» te aflora tu verdadero yo.

El último día, jugando al tenis, gemía cada vez que le daba a la pelota y exclamaba cada vez que se me iba. Fueron dos partidos muy disputados en los que hice algunos aces, aguanté la presión de la desventaja , remonté, hice constantes cambios de banda; y gané!

El video que ahora viene, lo grabamos haciendo un fulgurante descenso por una pista olímpica de esquí. Inclinándome para los lados, conseguía dirigirme hacia el centro de los obstáculos por donde hay que pasar.
Hacia el lado izquierdo no sé bien porque, pero le costaba más obedecerme. Otra dificultad que encuentro es para hacer la calibración.
El truco que utilizamos consiste en ponerme detrás de alguien con más pulso para que le capte a él, y luego, al quedarme yo solo, ya tomo los mandos. Esto quiere decir que para esto también necesito compañía. No es como con el ordenador, con el que puedo tirarme horas sin pedir nada. Pero lo que si es cierto es que si se organiza una timba, no sólo no voy a quedarme de miranda, sino que voy a dar mucha guerra.

Imploro a los dioses de la ingeniería informática a que sigan evolucionando esta tecnología para que me aproximen a conducir un BMW M235i o estar a solas con Carolina Alcazar, jejeeee!

Que siempre nos quede Paris.

Es emocionante saber que en unas horas, ratos o minutos vas a vivir algo muy esperado, y desconocer como te vas a sentir, pero con la certeza de que pronto vas a desvelarlo.

Llegando a Paris, después de cruzar el aburrido pero rápido túnel de La Mancha -que tantas veces he imaginado cruzar, con algún coche divertido- y tras recorrer casi 300 km. así me sentía.

Entrando por el norte de la Capital, enseguida empecé a percibir que mi intuición funcionaba a la perfección.
Parada técnica en el hotel, y de cabeza a ver la panorámica de la ciudad. Algunos ansiosos ni bajamos del bus (se llama autocar, vale).

Ya por el centro de la ciudad, me llegó la confirmación de que La Ciudad de La Luz, me atrae especialmente.

Subido en la segunda planta de la Torre Eiffel, pensando en mis cosas, con aquellas idílicas vistas, me di cuenta de todo aquello era increíble aunque, a la vez, sencillamente real y alcanzable. Ahora forma parte de mi vida.

Al tercer piso no permiten subir a sillas de ruedas por motivos de seguridad, pero a unos 160 m. de altura, como veis, el alucine ya es desvariante.
Hay toilttes adaptados, ascensores como autobuses, no hay que hacer cola, y tanto los «ruedas» como sus compañías pagan la mitad del precio (4,5 €).

Para llegar hasta allí, guié al Equipo K desde el Arco del Triunfo por Avenue Kleber hasta Jardins du Trocadero, los cuales hay que rodear para llegar al Sena, por tener una trampa en forma de escalinata.
Un dato curioso para transitar por esos Boulevards: Los semáforos duran muy poco. Hay salir dejando rueda para cruzar, en cuanto se pone en verde. Y aún así cambiará a rojo antes que llegues al otro lado.

De regreso por la misma ruta, las baterías empezaron amenazar seriamente -las carreras por los jardines de Versalles pasaron factura-, pero nos llegaron para coger el bus urbano y alcanzar nuestro alojamiento.
Como el de Inglaterra, pertenecía a la cadena Ibis. Las accesibilidad y el estado de las habitaciones adaptadas es correcto, a falta de alguna barra más en los WCs, para los que tuvimos la suerte de contar con ellas.
Lo que si era una lotería fue la configuración de las habitaciones, asignando camas de matrimonio a quienes no les conviene, en varias ocasiones, y sin solución por parte del hotel.
Menos mal que el Equipo K puede con todo.

En cuanto al transporte Parisino, el único que garantiza la accesibilidad es el autobús. La mayoría de las estaciones de Metro son impracticables menos en la línea 14, y -yo que soy un voyeur de automóviles- he de decir que no vi ni un solo taxi adaptado.
(Sobre el Metro de Londres, se me pasó destacar que las puertas de lo vagones siempre se abren solas, sin tener que alcanzar botones o buscar a alguien que lo haga, como en el de Bilbao. Un gran punto a su favor, que  te ahorra mucha tensión).

Afortunadamente, nosotros contábamos con nuestro autocar adaptado que nos acercó a Montmatre, donde hicimos uso del funicular para seguir subiendo y subiendo hasta el Sagrado Corazón (ascensor y wc adapté).

Con el utilitario de 55 plazas, accedimos al garaje de Louvre. Un sorprendente hallazgo por la inmensa cantidad de vehículos similares que caben allí dentro.
En el museo más importante del mundo no se encuentra ni una barrera. No tendrás problemas, siempre que alguien te guie por los numerosos ascensores que hay que coger, y mientras no te metan prisa porque van a cerrar alguno.

Por último, la visita a Versalles. Además del mencionado paseo rápido por los jardines, antes de nuestra hora para entrar en el palacio.

Nos quedamos sin Notre Dame. Una gran falta del programa. Por ello, y por millones de razones más, habrá que volver.

Mi padre, desde que soy pequeño, recuerdo que habla de un viaje que hizo de joven con sus amigotes por Europa, y sospecho que yo, dentro de muchos años, seguiré fardando de esta aventura del Equipo K (Los kamikazes Iván, Josean, Raul, y nuestra Dartañana Marian, más este liante).

Enhorabuena a Fekoor por hacer posible esta intrépida semana. Todo mi animo y apoyo para que no dejéis de ofrecer la posibilidad de conocer mundo, a personas que realmente lo tenemos difícil para conseguirlo.
Solamente, la movida del vuelo ya representa todo un reto. Casi todos tuvimos suerte, menos uno de los nuestros al que el personal de Easyjet le averiaron la silla. Eso si, tuvieron la deferencia de liársela a la vuelta.

Por cierto, un abrazo para el resto del grupo. Entre todos, hemos generado grandes recuerdos.

Termino esta saga con una secuencia de un reto Parisino improvisado (hay o no hay?), y más fotos del viaje.

Hasta el próximo!





Aún dependiente.

No paras, estás en todas, vividor, juerguista, como vives……………..

Bueno si, me voy defendiendo pero, como decía el Señor Lobo en Pulp Fiction: —————. Mejor no lo reproduzco aquí por si hay niños, pero lo que venia a querer expresar es que aún no hay que cantar victoria.

Porque aún sigo sin dirigir mi vida, ni ganármela (los que interactúan en ella decidiendo, eligiendo, optando, acertando y fallando; me parecen participantes de un  juego apasionante).
Sin disponer de mi tiempo para poder improvisar y acudir a donde debo, deseo o necesito estar, sin tener que chupar -como un vampiro- la libertad de otra persona.
Y porque un año más no puedo asistir a La Marcha por la Visibilidad de la Diversidad Funcional, organizada como siempre por el Foro de Vida Independiente.

Ignorante envidia.

Desde hace ya algún tiempo, me vengo dando cuenta de que, a ciertas mentes «sencillas», les cuesta entender e incluso les molesta que las personas en desigualdad de condiciones se nos tenga alguna consideración.

Véase las plazas de parking para personas que nos empeñamos en aumentar nuestra reducida movilidad o, por ejemplo, las zonas que se habilitan para poder ver conciertos sin que nadie se te ponga delante, interfiriendo en tu contacto visual con el escenario.
Más de una vez, me han dicho «jo! Que suerte tenéis». Lo que no sé es si tomármelo a risa o aconsejarle que se corte una pierna para gozar de mis mismos «privilegios». En sus manos está.

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Laida es terreno abrupto.

Después de la completa agenda de «movidas» que hemos cumplido esta temporada, el cuerpo me pide más acción, y no solamente de índole ociosa. Pero, en fin, de momento es lo que hay.

                    

Así que antes de ayer, mi «super cuidadora familiar» y yo organizamos una expedición por nuestra cuenta a Laida.

Acostumbrados a hacer uso del servicio de baño adaptado de Bidaideak en la playa de plentzia, decidimos cambiar de paisajes e ir a las playas del Urdaribai.
Siempre había oído y leído que en Laida también estaban los de Bidaideak para bañarme. Sin embargo, mi madre se empeño en confirmarlo, mirando en la Web de esta organización.

                  

Ves! Le dije. Pero, el que no creí lo que vi fui yo al llegar y llevarme un gran desengaño.

– Este año se han trasladado a Mundaka – Nos contaron en Laga. Una bonita playa, a la que tenía ganas de volver para recordar cuando iba siendo un renacuajo y, con los brazos de mi padre, me sobraba para  no echar en falta pasarelas, ni accesos, ni siquiera silla.
Como me lo pasaba de camino, por las curvas de Morga.

El caso es que no volveré. Hay una zona reservada para aparcar pero nada más. Sólo se puede llegar al chiringuito.
Hasta para llegar a la escueta pasarela hay dos escalones.

De vuelta a Laida, aparcamos en una plaza de las nuestras e intentamos probar suerte, recorriendo el paseo que, por cierto, solo cuenta con un rebaje en todo su recorrido. Por lo que si estás en el otro extremo te encuentras sin salida. Esto en el de la playa, porque después continua otro por la costa, totalmente segregador.

Bueno, pues paseando vimos una pasarela para las duchas que, seguramente, por un excedente de tablas se alargaba un poco más, y allí acampamos, divisando la orilla en lontananza.

                   

Cuartos de baños adaptados si que existen, pero sin barras y con el lavabo fuera.

Todo esto me recordó al gran Juan Luis Galiardo, en no sé que película, diciendo «esto es terreno abrupto».

Más allá de #Bizkaiaccesible: Donosti.

Última escapada express de la temporada, anterior al parón veraniego,  de las excursiones que organizamos desde Sancho Azpeitia para Fekoor.

El destino: Donosti. Visita guiada, primero panorámica y luego rodada por el casco viejo de Donosti.
Paseando por sus calles, el apetito se pone a cien en 0,2. El reto no era sencillo, porque cuando el grupo de silleros es numeroso y, además, se cuenta con el tiempo justo, hay que andarse muy listo.

Por un momento, ves peligrar saciar tus ansias de pintxos, pero estuvimos espabilados y cumplimos sobradamente.
Dando unas pocas vueltas, dimos con dos locales para todos los públicos.
Primero en Casa Alcalde (Mayor Kalea , 19) encontramos pintxos para elegir. Cuenta con una rampa que aplasta al típico peldaño. Bares tan importantes como el Gambara (en la misma calle) no se han desecho de el.
En cambio, en el Alcalde nada nos impide llegar a la barra, y eso hay que agradecerlo.
Lo único que le falta para que nadie me saque de allí es el WC, que no está adaptado. Sin embargo, en las cercanías no es complicado encontrar uno. Los del Alcalde, que son unos enrollados, te indicaran donde poder………

Por ejemplo, en la Chocolatería El Puerto (Calle Puerto, 19). Allí no sólo ofrecen lo que su nombre indica, sino que también preparan platos combinados, bocatas, etc.
Es amplio, accesible y, por lo tanto, nos solucionó nuestro objetivo que no era otro que toda nuestra peña coma junta, para no desperdiciar el buen royo que nos manejamos.

Después, nos hubiéramos quedado muy a gusto en alguna terraza de la Plaza de la Constitución -tomando un mojito-, pero el horario del programa nos hizo abandonar esta preciosa ciudad, que hay que ver lo «guapa» que se pone en verano, antes de que nos diéramos por satisfechos.

Esencias

En los últimos días, entre otras esencias, hemos podido degustar un delicioso néctar de los San Fermines. Durante cinco horas aprox. nuestro convoy se zambulló en el meollo de la fiesta de las fiestas.

La peña excursionista Fekoorera, una vez haber tomado la plaza del ayuntamiento, se dirigió a la salida del encierro para emprender todo su trayecto hasta la plaza de toros. Sólo faltó que nos abriesen la puerta grande.

                

Seguimos callejeando, abordando el Café Iruña -amplio, y con WC adaptado aunque poco espacioso- y empapándonos de u Seguir leyendo Esencias

Bodón en el torreón.

Quiero recomendar un lugar en el Urdaibai que he visitado este fin de semana, y que me ha agradado mucho por si nivel de adaptación: El Castillo de Arteaga.

Esta construcción medieval no cuenta con ni un escalón, pero si con un ascensor del siglo 21, así como de WCs y habitaciones preparadas para todos los que nos empeñamos en aumentar nuestra movilidad.

                 

«Casualmente», allí se celebró una boda irrepetible, elegante, mágica, divertida e, impresionantemente, llena de sorpresas. Los protagonistas eran dos de los que más influyeron para la creación de este blog, así que -Paola y Roberto- os debo desde aquí daros mi enhorabuena. Es una fortuna compartir este mundo con vosotros porque sois excepcionales. No dejéis de liarla, que se os da de película.

                   

Como nota informativa, para quien le pueda beneficiar, contar que en la chaqueta me puse un cremallera de arriba a abajo de la espalda. No era para cambiarme las pilas ni para que me den cuerda, sino para que anche al ponérmela y, así,o tener que cogerla dos tallas más grandes.

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Un abrazo, pareja.