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La conquista Cantábrica.

Un año más, he atravesado las arenas de Plentzia y he llegado a zambullirme en las orillas del Cantábrico, gracias al servicio de baño asistido de Bidaideak.

En esta «campaña», sin duda, he batido el record, bañándome casi todas las semanas (muchas de ellas, varios días).

Los baños no son interminables, como los de Menorca, pero me he hecho a las temperaturas de este rudo mar.

Recuerdo cuando esperaba hasta agosto para sumergirme en el Mediterráneo, pensando que lo de aquí no era para mi.

También recuerdo cuando miraba por encima de hombro a esas sillas anfibias. Pensaba que mis movimientos de lagartija no se adaptarían a ellas y, sin embargo, las he abordado. He conseguido gobernarlas, dando con mi posición personal adecuada, para comprender que son un buen medio de transporte arena-acuático.
Las maniobras de embarco y desembarco (sobre todo en el agua son más complicadas) las tenemos muy depuradas, contando con la experiencia y destreza de los profesionales que las ejecutan.

Un pena que esta semana termine su temporada. Más teniendo en cuenta que por aquí, en septiembre, es cuando resurge el sol.
Este es una de las debilidades de este programa. Debería durar toda la temporada de playa. Y, puestos a pedir, que exista en mas localidades de nuestro litoral o que -en plan utópico- haya turnos nocturnos.
Alguna que otra vez me hubiera beneficiado de ello en este verano, jeje, pero eso ya es fantasear con la igualdad.

P.D.: 23 días para circular por Europa.

Palacios adaptados

Sí, existen.

Hemos visitado el palacio Chábarri, sede de la Subdelegación del Gobierno en Bizkaia.

Como edificio público que es, se puede visitar y ha sido adaptado para que a nadie, que lleve pasando por ahí toda la vida, le siga sin llamar la atención.
A veces tenemos delante cosas impresionantes, que buscamos cuando viajamos, y no las vemos.

Un elevador sube hasta el hall, desde donde se accede a las oficinas, sala de reuniones y la deslumbrante Sala de los Espejos.

Es curioso subir en el ascensor de época pero restaurado, con sofacito y todo, para llegar a lo que era la vivienda de la familia Chávarri, mientras disfrutaron de su construcción.

Merece ver por su arquitectura, su decoración, su ornamentación, pinturas, lámparas, y alfombras que son lo único que detienen un poco a nuestras ruedas. Pero con cuidado y buscando los sitios más adecuados, se puede llegar a casi todos los rincones abiertos al público.

P.D.: 30 días y pocas horas para el despegue.

Puente discriminante.

14:00 – El equipo de Movilidad Aumentada se dispone a abordar lo alto del Puente Colgante. Después de haber juntado a los mas veteranos de mis movidas, la cara de bobo que se me quedó cuando me dijeron que las normas de la organización no permite subir a sillas de ruedas, había que verla.

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No entiendo como aún estás cosas me pillan por sorpresa. Nos decían que era demasiado estrecho el ascensor y la pasarela.
Sin embargo, mirando para arriba no nos cuadraba y exigimos que permitieran reconocer el terreno a dos miembros de nuestra expedición.
La conclusión con la que volvieron fue que no existe ningún problema, salvo las escaleras que llevan al ascensor, con las que veníamos mentalizados a enfrentarnos.
Por lo tanto, puse queja en el libro de reclamaciones y a esperar la llamada que me prometieron.

Continuara?

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Laida es terreno abrupto.

Después de la completa agenda de «movidas» que hemos cumplido esta temporada, el cuerpo me pide más acción, y no solamente de índole ociosa. Pero, en fin, de momento es lo que hay.

                    

Así que antes de ayer, mi «super cuidadora familiar» y yo organizamos una expedición por nuestra cuenta a Laida.

Acostumbrados a hacer uso del servicio de baño adaptado de Bidaideak en la playa de plentzia, decidimos cambiar de paisajes e ir a las playas del Urdaribai.
Siempre había oído y leído que en Laida también estaban los de Bidaideak para bañarme. Sin embargo, mi madre se empeño en confirmarlo, mirando en la Web de esta organización.

                  

Ves! Le dije. Pero, el que no creí lo que vi fui yo al llegar y llevarme un gran desengaño.

– Este año se han trasladado a Mundaka – Nos contaron en Laga. Una bonita playa, a la que tenía ganas de volver para recordar cuando iba siendo un renacuajo y, con los brazos de mi padre, me sobraba para  no echar en falta pasarelas, ni accesos, ni siquiera silla.
Como me lo pasaba de camino, por las curvas de Morga.

El caso es que no volveré. Hay una zona reservada para aparcar pero nada más. Sólo se puede llegar al chiringuito.
Hasta para llegar a la escueta pasarela hay dos escalones.

De vuelta a Laida, aparcamos en una plaza de las nuestras e intentamos probar suerte, recorriendo el paseo que, por cierto, solo cuenta con un rebaje en todo su recorrido. Por lo que si estás en el otro extremo te encuentras sin salida. Esto en el de la playa, porque después continua otro por la costa, totalmente segregador.

Bueno, pues paseando vimos una pasarela para las duchas que, seguramente, por un excedente de tablas se alargaba un poco más, y allí acampamos, divisando la orilla en lontananza.

                   

Cuartos de baños adaptados si que existen, pero sin barras y con el lavabo fuera.

Todo esto me recordó al gran Juan Luis Galiardo, en no sé que película, diciendo «esto es terreno abrupto».

Bodón en el torreón.

Quiero recomendar un lugar en el Urdaibai que he visitado este fin de semana, y que me ha agradado mucho por si nivel de adaptación: El Castillo de Arteaga.

Esta construcción medieval no cuenta con ni un escalón, pero si con un ascensor del siglo 21, así como de WCs y habitaciones preparadas para todos los que nos empeñamos en aumentar nuestra movilidad.

                 

«Casualmente», allí se celebró una boda irrepetible, elegante, mágica, divertida e, impresionantemente, llena de sorpresas. Los protagonistas eran dos de los que más influyeron para la creación de este blog, así que -Paola y Roberto- os debo desde aquí daros mi enhorabuena. Es una fortuna compartir este mundo con vosotros porque sois excepcionales. No dejéis de liarla, que se os da de película.

                   

Como nota informativa, para quien le pueda beneficiar, contar que en la chaqueta me puse un cremallera de arriba a abajo de la espalda. No era para cambiarme las pilas ni para que me den cuerda, sino para que anche al ponérmela y, así,o tener que cogerla dos tallas más grandes.

            .

Un abrazo, pareja.

Metro coaching

No he hablado del Metro desde el último relato que publiqué sobre el problemilla que tuve. Pero, la verdad es que he vuelto y ha sido para cogerlo por los cuernos.

Con la tarjeta Barik, que solamente necesita ponerla un instante sobre una plataforma para que el sistema la detecte y se habrá la barrera, he llegado a viajar solito de principio a fin del trayecto.
Aún me sube el pulso cuando, por ejemplo, tengo que darle al botón del ascensor -son pocas veces porque casi siempre están los de seguridad o alguna otra persona- o tengo que colocar la tarjeta para chequear. Sin embargo, con entrenamiento y algo de ingenio, me estoy demostrando que la superación existe.

El mayor problema que me podía imaginar es que se me callera la tarjeta al pasarla, así me pasó el sábado. Tuve que atravesar «la frontera» sin ella, abandonándola al otro lado. Inmediatamente, me volví acercándome a la barrera electrónica para que algún buen samaritano me la pase por encima de la máquina, alargando el brazo. Y así estuvo a punto de ser, porque se me volvió a caer cuando justo llegaba el tren que esperaba mi «angel de la guarda», por lo que desistió de repetir la operación.
En ese momento, alguien me tira con fuerza de la silla y grita con sorpresa «no la puedo mover», reiteradamente. Me costó hacerle comprender que la silla la manejaba yo, y lo que realmente necesitaba. Era el jefe de estación y espero que la experiencia le haya servido para no llamar tanto la atención de los metroandantes, si vuelve ha suceder algo parecido.

Por suerte, ya había comentado este asunto con mi amiga Lara y, en cuestión de horas, ya me había confeccionado un invento para que la Barik no me deje solo.
También, unos días antes, me había hecho, como se dice ahora, de Coach, acompañándome pero sin ayudarme en nada, con una gran paciencia que me sirvió de mucho apoyo para darme cuenta de que poder, puedo.

Gracias a ella, a Sheila que no para de animarme a que me lance, a mi colega Josean y a su hermano Martín por ayudarme en los inicios, y al resto de la Kooadri por darme ocasiones o motivos para moverme.

Ojalá este escrito lo leyera mi yo de hace tan solamente unos meses para convencerle de que su movilidad autónoma puede aumentarse.

Voilà

Como percibí en mi reciente visita a Port Aventura, algo está pasando con el «poder» que se nos concede en estos parques, a los silleros, para saltar colas.

El hecho de que nos pidiesen los certificados de discapacidad a la cara, sonaba ridículo pero, como en su día aprendí, detrás de una norma hay alguna razón.

Ahora veo la respuesta en la siguiente noticia. Es triste que por la desaprensión de algunos listillos -a todos se nos ha pasado por la imaginación- nos vayamos a quedar sin ayudas que compensen nuestros hándicaps.
Y así con todo, tarjetas de aparcamiento, etc. PUAG!

http://www.sexenio.com.mx/tienesqueverlo/articulo.php?id=6503