Dimensión reducida.

Ayer mi primo y yo nos propusimos ver dinosaurios, y otras especies jurásicas, en 3 dimensiones.
Barajando posibilidades, pronto descubrimos que en esta era moderna, Europea, supuestamente civilizada, globalizada, etc;  si utilizas una silla de ruedas, caprichitos los justos.

En Artea nos tienen preparada la primera fila, en Getxo Zinemak (donde mejor tratan a los rodadores) no tienen la tecnología que se nos había antojado, aunque en su web pone que si. No sé, igual no la tenían para la película que queríamos.

Finalmente, optamos por los Yelmo del Megapark. En estos cines también piensan equivocadamente que el no andar aumenta sensiblemente las dioptrías, por lo que tienen la deferencia de pegarnos a la pantalla.

Aconsejados por un miembro de la empresa, que nos persuadió de verla en 3D desde esa distancia, decidimos renunciar a una dimensión, y meternos en la sala Imax. Si, es en 2D, pero ver al Tiranosaurio con semejante tamaño  impresiona un rato. Desde la tercera fila uno se siente frente a un iceberg. El vertigo se convierte en una experiencia graciosa y soportable, siempre que el film no tenga subtítulos -en ese caso si lees, desvías mucho la mirada de la imagen- y que tengas ejercitado el cuello para abarcar todo el «paisaje».

Así están las cosas. Seguimos dependiendo del buen hacer de otros para gozar de un mínimo de bien estar. De las decisiones de terceros para disfrutar de nuestras vidas, como si no nos perteneciesen.

El camino se puede hacer muy cuesta arriba pero, ante tales condiciones, sólo queda pedalear más fuerte, hacia metas irrenunciables y trepidantes.