Diego, el origen.

Estoy pensando en que mi espíritu cañero e incansable puede deberse en parte, además de a mi legado genético, al Tratamiento Doman-Delacato, que efectué de pequeñito con la intención de que unas neuronas asumieran la función de otras que habían desaparecido.

Tendría dos años y practicaba 8 horas al día de ejercicios. La mayoría eran  físicos, pero también, en la tabla que me daban los médicos americanos en Barcelona, los había de carácter cognitivo (llegue a reconocer un taco de palabras sin saber leer, cada una en una cartulina).

Entre los físicos, recuerdo especialmente, uno que se cita en el enlace que he dejado más arriba. Tres personas -familiares la mayoría- se encargaban de moverme acompasadamente las extremidades y la cabeza, tumbado en el suelo. Otros muy divertidos eran los que consistían en sentarme en una silla giratoria para dar vueltas sin parar -supongo que para activar el equilibrio- o cuando me colgaban un buen rato como un murciélago  de una barra que me pusieron en el cuarto, para que mi cerebro reciba una sobredosis de sangre.

Lo que no llegué a entender era cuando tenía que estar trincado con los brazos para atrás en un cuarto oscuro. Pero si, también era cosa de los americanos.

Total,  que yo debía pensar que había nacido en la maldita NASA y que iba para astronauta. Así hasta que llego mi edad escolar, y como el aparato locomotor seguía sin arrancar, cambiamos las tablas por los libros.

Durante tiempo pensamos que no había servido para nada, pero a lo mejor fue una buena preparación para llevar la vida intrépida que busco.

Un comentario sobre “Diego, el origen.”

  1. Tendrían que hacerte una película. ¿No existe Lobezno:orígenes y demás variados? Pues eso, «Diego: el origen» 😉

    p.s.:Pontiac Firebird owner 😉

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