Charlas y aventuras metropolitanas

Ya somos famosos y bienvenidos en el colegio Olabeaga de Basurto. El pasado viernes les visitamos por segunda vez y, caramba! Que acogida.

Es una gozada ver que rápido la muchachada asimila la diversidad y la convierten en lo más atractivo del patio.

Las charlas van rodadas, sin apenas guión porque las preguntas llegan desde el minuto uno, para alimentar sus hambrientas mentes de datos.
Que orgullo da ver que estás acabando con la ignorancia de las nuevas generaciones.

Les hablamos de nuestro día a día, de nuestras sillas, de nuestros gustos y aficiones. En definitiva, de superación de limitaciones.
Muchas de ellas, son exageradas por nuestros miedos. Yo mismo aún ando dándome cuenta de que puedo tirar más de lo que creo y vencer situaciones que creía insuperables. Como en estos últimos días en el metro, que he vencido varias adversidades. El móvil se me fue a las vías a última hora, por lo que salí al día siguiente en su rescate (está sano y salvo). Iba muy decidido. Yo lo perdí y yo lo iba a rescatar. Pero al entrar en el vagón se me soltó la sujeción del pie izquierdo que necesito para que no se me mueva.
Y ahora que? Pensé en abortar la misión. Bajar en la siguiente estación y llamar a casa. Pero a veces las acciones no coinciden con los pensamientos.

Nunca me han gustado las retiradas y me puse a buscar a alguien adecuado para ayudarme, casi sin quererlo, en automático. Se lo pedí a una amatxu, pero al de un rato se volvió a soltar. El nerviosismo y la inseguridad me asediaban. Procuraba mantener el pie quieto pero la concentración me provocaba un sudor impresentable, afortunadamente oculto por la chamarra.
Cuando la amatxu bajó se lo pedí a otra chica que entro, diciéndole que apriete sin miedo. Y esta vez si.

Llegué a mi estación de destino y me dirigí al ascensor. No había nadie esperándolo. Así que me tocaba hacer puntería para darle al botón. El día anterior se me había dado bastante bien, pegándole unos tiros bastante certeros con mi mano.
Sin embargo, tras varios intentos, en esta ocasión no conseguía acertar. Seguía disparando mis dedos pero nada.

En este momento, el pie se volvió a liberar. Todo iba mal pero supe gestionarlo, yendo en busca de una ayuda que ya venia en camino.
Poco después, volví a probar suerte con una mujer fuerte que por fin consiguió pegar el velcro, a prueba de chutes de Messi.

A partir de ahí, todo volvió a su ser. Llegué al encuentro de mi querido «Tamgochi»  con más serenidad y volví relajado y satisfecho, controlando como el mejor ascensorista.

Orgulloso pero, como siempre sin atreverme a confiarme del todo en que la próxima vez me salga bien del todo, pero estando casi seguro
Estaba agotado, pero era sábado casi noche y otro parte de mi pedía más aventuras.
Conseguí contentarla con una vuelta a casa por el paseo del molino, en donde el viento pegaba fuerte y, con la costumbre, se me pasó por la imaginación solicitar ayuda para subirme la cremallera, pero ya me parecía demasiado pedir y aceleré hasta casa.
Allí volví a hacer otro blanco perfecto en el portero automático, ya que el teléfono estaba agotado energéticamente.

Y retornando al asunto inicial, si me estáis leyendo, mando saludos y abrazos todo el alumnado y las simpáticas andereños.

2 comentarios sobre “Charlas y aventuras metropolitanas”

  1. Me gusta un montón como escribes. Por qué no te animas y escribes un libro?
    Yo estoy seguro que lograrías publicarlo.

    1. Gracias Felix, de verdad. Hace meses empecé uno pero lo tengo parado. Como me gusta terminar lo que empiezo, no me motiva mucho. Soy de productos inmediatos.
      A veces, pienso en ir publicando capítulo a capítulo en el blog.

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