El motor de arranque

Desde hace mucho tengo ganas de tener un cuadro de la cala de mi vida (Binibeca, Menorca). Lo que nunca, ni se me pasó por la imaginación, es que lo fuese a hacer yo.

Es el segundo que hago a acrílico y, bueno, el resultado está ahí. Es mío por completo. Una vez que tengo colocado el gran aparejo  que necesito (mesa, madera para extender la mesa, caballete, lienzo, licornio, paleta de colores, hacer los colores, papel para escurrir el pincel). Una vez tengo todo a mano -o a  cabeza, en mi caso- empiezo a dar vida al lienzo, a crear.

Siempre con una ayuda latente, por si me salgo de la trazada y pido auxilio para que me borren el estropicio.
En este sentido, quiero agradecer a mi megacompañera Julia que no sólo me lo pone todo en bandeja sino que encima me instruye en esta técnica artística. Sin ella, no existiría esta obra playera.

Como me ocurre en otros muchísimos ámbitos, sin apoyo no puedo lograrlo, pero con asistencia ahí tenemos la muestra.
Así somos las potentes mecánicas sin motor de arranque. Solos no avanzaríamos.