Entre dunas

Navegando por el desierto, casi la totalidad de los oasis resultan ser
espejismos. La mente genera ilusiones, en su instinto de supervivencia y
obligación de calmar la sed de emociones satisfactorias, inherente a la existencia humana.
Las alucinaciones son inevitables en diversos terrenos y se hace muy necesario contar con una mente bien fornida para no caer en lo que las visiones pretenden hacerte creer.

Recientemente, en un programa de automovilismo, se ha hablado sobre lo avanzada que se encuentra la tecnología como para que, en unos pocos años, existan en el mercado coches capaces de circular sin ser conducidos.
Hasta hace no mucho, como aficionado a la conducción que soy, estaba en contra de esta idea; pero, ahora que me encuentro en pro de mi autonomía me parece un preciado sueño, poder entrar en mi coche, y que me lleve donde y cuando me apetezca, o lo necesite.
Un «complemento» que aumentaría exponencialmente la movilidad que me concede en la actualidad mi silla de motor -el control de esta no lo cederé-, que estoy empezándola a combinar con el transporte Metropolitano -Sobre esta oportunidad de alargar mi margen de movimiento, escribiré próximamente-.

Al ver que la evolución de la electrónica fomentará mi libertad de una manera insospechada, se me dibuja una feliz sonrisa, que poco tarda en desvanecerse cuando la realidad me pone las cosas en su sitio, recordándome el alto coste que conllevará este sistema de pilotaje «autómata», para acceder a él.

Es lo que pasa cuando estás apunto de pisar un oasis e, ipso facto, se evapora como todo espejismo.