Sexoemoción

Últimamente parece que se está sacando mucho el tema de la sexualidad en la discapacidad, mediante películas o conferencias, como si nos tuviesen que enseñar algo.

Yo mismo, acudí a una de estas charlas el pasado mes, animado por amig@s, a sabiendas de que no me iba a desvelar mucho. Y efectivamente, no me equivoque. Estaban más dirigidas a educadores que hacia los propios protagonistas.

Luego, apareció la película “Las Sesiones”. No he tenido ocasión de verla pero, según lo que he leído, parece que está simpática, aunque su argumento sea un poco el de siempre.

Este largometraje, le sirvió a mi compañero ideológico Antonio Centeno a escribir un gran artículo, a raíz del cual, antes de ayer, hice unos comentarios en el Facebuko que quiero compartir:

“Queramos o no, el sexo, en nuestra sociedad, aún sigue siendo un tabú. Y ya si lo combinamos con la discapacidad, casi roza la utopía. Buena parte de la razón se debe a nuestra falta de oportunidades, de libertad y, por lo tanto, intimidad.

Por otra parte, tenemos el lado opuesto: El inmenso mayor número de ocasiones que tiene el resto de la gente para relacionarse.
Nuestro reto es conseguir ser atractivos para los demás. ¿Como? No sé, llevo años intentando despejar esta incógnita.
Quizás sea posible cuando realmente lo veamos como algo natural y lo compartamos con cariño y sin perjuicios obsoletos.

Ni que decir tiene, que sacar a debate el tema de la asistencia sexual en este país es impensable, cuando aún no se entiende la importancia esencial de la asistencia personal.

Lo demás es cuestión de práctica, por mucho que algunos traten de teorizar el asunto. No voy a dar detalles pero lo digo por experiencia, aunque sea escasa, jeje”

Aún así, celebro que la cuestión salga a la calle. Veremos si se trata de una mera moda pasajera o estamos ante un progreso social.
De momento, aún hoy en día seguimos siendo más asexuales que la “mona de tarzán” –como decía la canción “Amatoma”-. La razón principal, como ya he dicho, la falta de autonomía personal. Cierto es que no sería garantía de éxito pero la cantidad de puertas abiertas aumentaría exponencialmente.
Otra razón destacable es la falta de información. Para la mayoría de la población no sentimos, no deseamos, y si lo hacemos nos vamos a “aberronchar” a un pecho y no nos vamos a despegar jamás.

Y relacionarnos entre nosotros? La respuesta es matemática. Si la dependencia es limitadora, multiplicada por dos tiende a infinito.

En cuanto a los servicios profesionales, estamos en las mismas. Sin discreción, esta práctica no se hace precisamente muy apetecible. A ver a quien le dices que te  lleve de pilinguis, siempre que económicamente te lo puedas permitir, claro!

Por todo esto, cuando aparece un terapeuta pretendiendo dar disertaciones, el escepticismo me invade, a no ser que lo acompañase de prácticas; pero, desgraciadamente, el tabú se lo impide.

Una vez más, estamos frente a otro importantísimo aspecto anulado por ese derecho de audeterminación fustrado, que tranforma la vida en una existencia yerma y carente de emociones satisfactorias.